Por la Ruta de la Seda. Arslanbob


Cuando planifico un viaje por los caminos del mundo, tengo una necesidad obsesiva de encontrar un lugar donde imagino que podría vivir. Tengo uno en Myanmar, uno en Tailandia, otro en Nepal...
El pequeño pueblo de Arslanbob, en el centro-oeste de Kirguistán, parece un buen candidato: medianamente bien conectado, se sitúa a los pies de las cordilleras Chatkal y Fergana y, seguro, no hay grandes edificios, ni bloques de hormigón, ni centros comerciales fashion.

Ahora, sólo tengo que comprobarlo.

Me da la bienvenida una pequeña plaza, que hace las funciones de parada de taxis, punto de encuentro de sus habitantes y centro neurálgico de las tres calles que lo conforman. El pueblo queda enmarcado entre montañas de pinos y abetos, desde donde nacen diversas rutas de trekking en dirección a los lagos sagrados Köl Kupan i Köl Mazar. A un lado, extensas plantaciones de nogales, pistachos y otros frutos secos dejan Arslanbonb desolado durante la época de recolección. Un río a medio caudal entra en el pueblo para separarlo en dos; antes se ha desdoblado en las “Cascadas Gemelas”, visita obligada de los turistas, pocos aún, que llegan. El alojamiento es posible en casas particulares bajo el auspicio de la eficiente CBT, organización local de turismo sostenible. Sus habitantes, uzbecos, son honestos y hospitalarios. El clima, templado durante el día gracias al abrazo del sol; pero la noche, dentro del saco de dormir y con tantas mantas como he podido conseguir, un frío seco de otoño le roba a Arslanbob todos los méritos conseguidos durante la jornada. Los recuperará al amanecer, poco a poco, conforme el te va calentando el cuerpo y la compañía de la familia que te acoge te hace sentir en paz.

No hay comentarios: