Por la Ruta de la Seda. Sonrisas en el mercado


Bishkek.

Cuando llegas a la capital de Kirguistán, no parece que estés en Asia Central. Las amplias avenidas en cuadrícula heredadas de la época soviética, los cibercafés y los vaqueros con tacón alto de descolocan.
Hallé lo que buscaba en el mercado, con el jolgorio del regateo y el olor a especias, a pan recién hecho y a kebabs. Nada más llegar aparecieron las primeras sonrisas, que se desperdigaron de parada en parada, acordeónicos y amigables, contagiosos. Unos se escondían con vergüenza detrás de las granadas, otros, orgullosos delante de las verduras con vinagre. La chica de los frutos secos me saludó en inglés y la de los quesos me dio a probar unos pocos. Pequeñas exposiciones donde se vendía de todo: zapatos, cuchillos, cabezas de cordero, coladores, naan -el pan redondo y plano- y las últimas fresas de la temporada. Un universo de colores, aromas y gestos que muestran la riqueza de un pueblo, un escaparate de sus costumbres y tradiciones... de la vida, en fin.


Foto: Bishkek, Osh Bazaar.

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