Por la Ruda de la Seda. El paso del Irkeshtam

Una de las colisiones más espectaculares de la historia geológica del planeta formó el Himalaya, el Pamir y el Hindu Kush, creando cimas que se elevan hasta los siete y los ocho mil metros de altura en el territorio que ahora es India, China, Kirguistán, Tayikistán y Pakistán.

Si avanzamos en el tiempo unos 35 millones de años, veremos las antiguas caravanas de la Ruta de la Seda a los pies de las inmensas paredes de roca congelada. Superar las montañas por una u otra vertiente les reportaba importantes pérdidas de carga, la muerte de animales a causa de deslizamientos de tierra, problemas por insolación, ceguera, congelación de algunas partes del cuerpo... además de los ataques de bandidos que perseguían la valiosa mercancía. La Muerte era un jinete que siempre cabalgaba con ellos.
Dos brechas en la cordillera, el Irkeshtam y el Torugart, les abrían el camino. Durante siglos, estos pasos han sido los únicos accesos posibles para las caravanas que se dirigían a Kashgar en dirección a Xi’an o, en sentido inverso, a las míticas ciudades de Samarcanda, Bujara o Merv.

Hoy en dia, entrar a China a través del Irkeshtam es un camino de rosas. Eso sí, habrá que esperar en Sary Tash el paso de algún camión que se dirija a la frontera, sufrir no menos de cuatro horas de inacablable camino tortuoso por la falda de los Pamires, andar unos cuantos kilómetros con la mochila a la espalda para pasar, finalmente, siete puestos de control fronterizo. Superados los trámites, una buena carretera asfaltada nos llevará, en tres horas, a Kashgar.



Foto: Camino del Irkeshtam.