Por la Ruta de los Himalaya. Leh. Ladakh

Una imagen palpita en el fondo de mi corazón desde hace ya dos años: en un tejado de madera de una casa tradicional ladakhi, bailan al viento unas dóciles banderas de oración budistas. Si escucho con el alma, puedo oir el murmullo de sus cantos. A su lado, unos esbeltos chopos se estiran verdeando en chispas bajo el cielo más azul que jamás haya visto. Y al fondo, enmarcando este recuerdo que el tiempo me está borrando como los granos de arena de un mandala que no perdura, se elevan arrogantes los Himalaya, impresionantes sietemiles de blanco perpetuo, emergiendo en compacta procesión para acariciarle la panza al cielo.

Ahora, dos años después de mi partida, ya no es un recuerdo, es la imagen más bonita, la realidad que contemplo cada mañana desde la cama de la habitación que nuestra querida familia Barath nos tiene reservada.

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