Por la Ruta de los Himalaya. Leh. Thiksey Gompa

Las puertas del templo están entreabiertas, dejando escapar un suave aroma a incienso que corre fugaz hacia el exterior. Un viejo monje sube las escaleras arrastrando la túnica a su paso. Empuja las puertas hacia dentro y me invita a pasar. "Puya", me dice. La sala de oraciones se abre ante mi, oscura pero calmada, alumbrada por débiles llamas de mantequilla que parecen temblar entre las ofrendas. Al fondo, imágenes de budas con banderas y billetes, arroz para cuando tengan hambre, agua para calmar su sed.

Sentada en un rincón, cruzo las piernas, protejo mi mano izquierda con la derecha, junto los pulgares para dejar fluir la energía. Poco a poco entran los monjes, sigilosos, parecen resbalar sobre el piso de madera, tenues ráfagas de color grana en tranquila procesión. Cogen asiento sobre las tarimas y despliegan su librillo de oraciones. La puya se inicia con una sola voz, una plegaria melódica que resuena en la sala. A ella se añaden otras voces, guturales y profundas, creando una sola que fluye a ritmo acompasado. Palabras ininteligibles, sin interrupciones, un canto que asciende, sube y se eleva y se hace frenético, casi hipnótico. Cierro los ojos y dejo la mente libre, que nade entre los cantos, sin parar, que siga los sonidos de los mantras, "gaté gaté paragaté parasangaté bodhishava...”. Déjate ir, lejos, más lejos, cada vez más lejos...".

Por la Ruta de los Himalaya. Leh. Sankar Gompa

No hay caminos marcados para llegar al Sankar Gompa. De nada servirán los planos ni las indicaciones de los lugrareños: el pequeño monasterio se dejará encontrar, si esto es lo que quieres.


Con el Tsemo Gompa vigilando desde lo más alto de un peñasco que domina la ciudad, los pasos te han de llevar hacia el este, cruzando campos de cultivo con el grano recién segado. Te encontrarás caminos enmarcados en muros de piedra, altos, que andarás con la intriga de quien penetra en un laberinto. Ahora cruzas un riachuelo, ahora un asno te cierra el paso. En los campos, familias enteras se juntan para la cosecha, entonando una dulce cantinela que se escucha desde todos los rincones de Leh. Caminas oliendo naturaleza, sintiendo los Himalaya a tu alrededor, que parecen vigilar en silencio todos tus instantes. Un anciano te dirà que vas equivocado, y girarás sin que te sepa mal el camino desecho, pues a cada paso habrás dejado escapar un suspiro. Una antigua pagoda con tres deidades pintadas en su base te indican que estás llegando. Sigues andando, serpenteando el camino. Detrás de un muro de piedra, dos pagodas más se levantan altivas creando pasadizos de sombra a su alrededor. Custodian la entrada del pequeño gompa, que ya te está esperando. Y te da la bienvenida, con sus techos dorados, los parterres en flor, las ventanas ornadas como los ojos de una diosa, las banderas al viento.

Lo has encontrado, pero lo has vivido durante todo el camino. Y entonces empiezas a comprender: lo importante no es el destino, sinó el viaje.

Charla: Descubre Ladakh, el pequeño Tíbet de Índia.



El próximo viernes 25 de febrero, a les 19h en el auditorio del Centre Cultural Can Fabra (Barcelona) y gracias a los amigos de Coneguem el món, realizaremos una proyección de fotografías y una charla sobre Ladakh, una región enclavada entre las gigantescas cordilleras del Himalaya y el Karakorum, al abrigo de las lluvias monzónicas, una de las últimas tierras míticas de Oriente.

Bajo el título "Descobreix Ladakh, el petit Tíbet de l'Índia", esperamos reunir a amigos y enamorados del viaje para pasar juntos un buen rato, recordando los paisajes, la espiritualidad de sus gentes, su cultura arraigada desde hace siglos... ingredientes que nos han invitado a visitar esta zona los años 2008 y 2010.

Os esperamos!


Por la Ruta de los Himalaya. Leh. Ladakh

Una imagen palpita en el fondo de mi corazón desde hace ya dos años: en un tejado de madera de una casa tradicional ladakhi, bailan al viento unas dóciles banderas de oración budistas. Si escucho con el alma, puedo oir el murmullo de sus cantos. A su lado, unos esbeltos chopos se estiran verdeando en chispas bajo el cielo más azul que jamás haya visto. Y al fondo, enmarcando este recuerdo que el tiempo me está borrando como los granos de arena de un mandala que no perdura, se elevan arrogantes los Himalaya, impresionantes sietemiles de blanco perpetuo, emergiendo en compacta procesión para acariciarle la panza al cielo.

Ahora, dos años después de mi partida, ya no es un recuerdo, es la imagen más bonita, la realidad que contemplo cada mañana desde la cama de la habitación que nuestra querida familia Barath nos tiene reservada.



Queridos amigos y amigas,

Ahora que comienza la primavera, quería agradeceros vuestras lecturas y comentarios al blog con esta rosa, un precioso símbolo de la primavera que ya disfrutamos.
Dejaros seducir por ella y cargaros con su energía; estrechemos de nuevo el vínculo con la madre Naturaleza, que nos ayudará a ser un poquito más felices.

Deciros también, que durante unos meses este blog estará en pausa. Me he lanzado de cabeza con un par de proyectos personales que no me dejan tiempo para nada más.

Así pues, espero encontraros aquí de nuevo en unos tres mesecillos.

Un abrazo a todas y todos.

Núria.


Imagen cedida por: La Buhardilla (.wordpress.com)

Por la Ruta de la Seda. Repkong. Tibet Histórico

El autobús avanza dejando atrás la ciudad de Xining. Poco a poco, el tráfico se disipa y los edificios grises desaparecen en el horizonte, escondidos bajo una nube infecta. Cuando la carretera nueva se acaba, el autobús sacude bruscamente y hace saltar al pasaje sobre los asientos desgastados. Unos pájaros juegan sobre la rama de un arbusto. Hacía días que no veía pájaros. Arbustos, tampoco.

Cruzamos parajes monótonos sin mucha vegetación, mientras el sueño se apropia de los viajeros. Una curva cerrada nos adentra hacia el corazón de un cañón, donde las altas paredes defienden el curso de un río. “It’s the Yellow River”-nos dice una chica. Arriba del risco despuntan banderas de oración liadas por el viento. Salimos de la garganta y seguimos el curso del río. Unos kilómetros más allá, los pasajeros comienzan a despertar. El paisaje es ahora natural, más humilde, una tierra seca salpicada por campos labrados. El río hace un giro brusco y, en medio de la curva, aparece una estupa blanca, serena y deslumbrante, como si hubiese emergido del agua y flotase en ella. Los tibetanos se apresuran a hacer una reverencia. Ya son pocos los que quedan sentados. Unos mueven bolsas de allá para aquí, otros charlan con los de atrás y el alboroto de los que vuelven a casa se hace evidente. Nosotros nos apoyamos sobre los asientos de delante, complacidos por el paisaje que disfrutaremos los próximos tres días. Y entonces aparece el puente. Y la ciudad. Y el templo. Y por todas partes, incansables banderas de oración que ondean al viento.

Estamos en Repkong, província de Amdo, en el Tíbet Histórico. Desde la invasión china, sus habitantes han sufrido represión, sus bienes culturales e históricos han sido destruídos y sus tierras han estado separadas del territorio tibetano e incluídas dentro de la provincia china de Qinghai.

Enlaces de interés:

Blog Mesenllà

Fotografía cedida por www.mesenlla.com

Por la Ruta de la Seda. Monasterio Kumbum (Taer Si)

No fue tan fácil localizar la parada del autobús que nos debía llevar a Kumbum. Nuestro plano era legible, pero los rótulos indicativos de la ciudad estaban escritos en indescifrables símbolos chinos. Además, el gobierno había rebautizado el monasterio con el nombre chino de Taer Si, pero daba igual decirlo así como decir Kumbum, nadie nos entendía.

De repente, en la lejanía de una avenida de cuatro carriles, dos figuras resurgieron de entre la bruma matinal como espectros silenciosos. Con el paso decidido y la mirada baja, caminaban ajenos al griterío y a los humos enfermizos. Llevaban ropa ancha, el cabello atado con dos trenzas, el abrigo andrajoso. Ni siquiera la forma extraña en que llevaban la manga –anudada con el cinturón- consiguió arrancar una mirada entre la multitud. Sólo la nuestra: esta pareja tibetana nos guiaría hasta el monasterio.

El autobús nos dejó en la ciudad de Huangzhong. Una vez allí, el caminar anónimo de los tibetanos dejó atrás paradas de coles y zanahorias y avanzó hacia la puerta principal del complejo monástico.

Kumbum es uno de los seis grandes monasterios de la secta de los Sombreros Amarillos del budismo tibetano. Fue construido en 1557 en un lugar considerado sagrado y ha sufrido el hacha de la Revolución Cultural. Hoy en día está reconstruido y las familias tibetanas acuden en peregrinación para realizar la kora o circuito ritual alrededor de los templos.

La gran plaza empedrada da la bienvenida a los visitantes, luciendo una gran hilera de estupas, blancas como la cal. A su sombra, un grupo de mujeres juegan con sus hijos. Visitamos los templos siguiendo el camino que nos marca el aroma del incienso. Quema aquí y allá en pequeñas urnas o en el tallo de los abetos. El complejo es fascinante. Las salas de oración están decoradas con telas rojas y magníficos thangkas. Una gran escultura muestra un paisaje lleno de templos, pagodas y figuras humanas y de animales. Nos informan que está hecha con mantequilla de yak. La pareja tibetana que nos había traído hasta aquí también lo admira, y continúa después con su oración imperturbable, al ritmo del mantra eterno: om mani padme om.

Foto: Monasterio Kumbum, Antiguo Tibet (Xining, Qinghai. China) Cedida por www.mesenlla.com

Enlaces relacionados:

Blog Mesenlla, Monasterio Kumbum

Turismo sostenible en Ladakh

"Cuando viajar es preservar el paisaje". Así se titula el último texto que he publicado en la revista Lonely Planet, dentro de la sección "Viaje responsable".
Os invito a leerlo.

Revista Lonely Planet, núm. 25
Septiembre de 2009.


Por la Ruta de la Seda. Las Cuevas de Mogao


A 20 kilómetros de la ciudad de Dunhuang, en la orilla de un acantilado reseco en medio de las arenas del Taklamakan, se esconde un verdadero tesoro: miles de esculturas de Buda, bodhisavas, pinturas y manuscritos reposan desde hace más de 1.000 años protegidos en 492 cuevas, al abrigo de la erosión de las tormentas de arena y del embate destructor de ejércitos mogoles y chinos.


Durante más de 1.000 años, las Cuevas de Mogao han visto como peregrinos y monjes budistas decoraban sus paredes con delicadas pinturas murales, esculpían más de 2.500 estatuas y guardaban documentos y manuscritos en lengua sánscrita, sogdiana, tibetana o china. La riqueza que aquí reposa es un fiel testimonio de la vida diaria, de las costumbres, el vestuario, la danza... y muestra la influencia de las diversas culturas que atravesaron la región durante siglos, siguiendo los caminos de la Ruta de la Seda.


Las cuevas fueron “re-descubiertas” por el monje Wang Yuan Lu, allá por el 1900, pero pronto cayeron en manos de los arqueólogos europeos Stein, Carter y Pelliot. Antes de que las autoridades de Beijing se dieran cuenta de lo que estaba pasando, 7.000 manuscritos y 500 pinturas de Mogao -algunas arrancadas de la roca- entraban a formar parte del British Museum, y 6.000 manuscritos y pinturas viajaban por vía marítima hacia el Louvre.


Las Cuevas de Mogao han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (visitad el sitio con panofotografías 360) y forman parte del proyecto arqueológico “The International Dunhuang Project”.


Fotografía extraída de Wikipedia, Cueva de Dunhuang, que muestra el viaje de Zhang Qian hacia el oeste.


Enlaces relacionados:

Mesenlla

Amu Daria


Por la Ruta de la Seda: bordeando el desierto del Taklamakán por el ramal norte

De Kashgar a Turpan y Dunhuang.


Mientras me pregunto si las 30 inacabables horas de recorrido por el tramo norte de la Ruta de la Seda serán suficientes para dejar atrás el desierto infinito de piedra y roca, el tren comienza a detenerse. Las puertas se abren, pesadas, dejando entrever una estación aún adormecida. Me apeo del tren y ando lentamente bajo la protección de un porche metálico de nueva construcción. En unos minutos, el ambiente grisáceo de la estación se llena de gente que corre a ríos en una única dirección. El bochorno me hace sudar espalda abajo y el gentío me empuja hacia la salida. De repente, el universo se vuelve naranja, como si lo viera a través de un filtro de la cámara. La tierra es naranja, el cielo naranja, el aire que respiro, naranja. La inmensidad del desierto del Taklamakán cae sobre mi, implacable, golpeándome en la cara, aturdiéndome, ahogándome con su aliento caliente.


Treinta horas de monótona ruta han dejado atrás el Uiguristan, las plegarias a Alá y los kebabs, para dar paso a una población han que engalana las tiendas con colorines y luces de neón, reza al dinero y come arroz salteado.


Pero el Taklamakan, el más temido de los desiertos para los viajeros de la Ruta de la Seda, permanece aquí, en el punto donde se reencuentran los ramales norte y sur, imperturbable.



Fotografia: Imagen del desierto del Taklamakan, extraída de www.virginmedia.com


"Por los caminos del mundo", en La Vanguardia

Esta semana, La Vanguardia Digital ha destacado el blog "Por los caminos del mundo", dentro de la sección "Tengo un blog".

Esta sección quiere dar a conocer blogs de cualquier temática, mediante unas palabras de presentación de sus autores.

Fue una experiencia muy divertida, ya que el primer día el blog en catalán "Pels camins del món" apareció en portada y el contador empezó a sacar humo, alcanzando al final de la jornada un récord de entradas.



Por la Ruta de la Seda. Turpan.

La historia ha honrado al valle de Turpan rodeándolo de las antiguas ciudades de Gaochang y Jiaohe, de las que han sobrevivido monasterios, pagodas y tumbas, y algunas trazas de pinturas budistas, de mosaicos y de esculturas.

La madre naturaleza lo ha sepultado 154 metros bajo el nivel del mar, sometiéndolo a abrasadoras temperaturas durante el verano y a intensos fríos en invierno.

La mano del hombre ha construido una de las joyas de la arquitectura de la Ruta de la Seda, la mezquita del Emin Khoja, de la que sobresale un precioso minarete cilíndrico de ladrillos de adobe de 44 metros de altura.

¿Y la Ruta de la Seda? La Ruta de la Seda le ha hecho receptor de conocimientos tan valiosos como los karez, una técnica milenaria que recoge el agua de las montañas y la transporta por canales subterráneos hasta las aldeas y los campos, en redes que se extienden a lo largo de más de 1.600 kilómetros bajo tierra.

De la combinación de esta agua y de las elevadas temperaturas, ha florecido un oasis de agricultura que cada temporada regala a sus habitantes el frescor de las peras, el aroma de los melocotones, la melosidad de los albaricoques y el dulzor de unas uvas de tanta calidad, que se conocen en toda China como las mejores del país.

Pero Turpan nos relata que ha sufrido la huella de terremotos, la destrucción de ejércitos y el expolio de exploradores y campesinos, y las antiguas ciudades son ahora un recuerdo de lo que un día fueron. Los karez tienen que descubrirse con la ayuda de un guía local, pues la oficina turística muestra sólo una recreación en cartón-piedra.

¿Y la mezquita del Emin? Esta maravilla rodeada del verdor de las vides a orillas del desierto del Taklamakan, fue capaz de transportarme a los tiempos de la Ruta de la Seda, a los tiempos del cansancio y del polvo, del viaje y del peligro. Su minarete de estilo afgano que se levanta presumido exhibiendo geométricos dibujos florales me hizo recordar el motivo del viaje, oler su historia... y soñar de nuevo.


Fotografía: Mezquita y minarete del Emin Khoja, Turpan, Xinjiang (China)

La aventura de viajar

Ayer se cerró, hasta pasado el verano, el ciclo de proyección de audiovisuales "La aventura de viajar", en el Centre Cultural de Cambrils (Tarragona), con la charla-coloquio y proyección de fotografías bajo el título "Un viaje fascinante: Camboya y Vietnam a través del Mekong", a cargo de la autora de este blog y de Lluís Bono, autor del blog mesenlla y co-autor de la web mesenllà.

Desde aquí queremos dar las gracias a todos los que asistísteis, por el interés mostrado, los ánimos que nos dísteis y el calor que nos brindásteis durante la larga hora que duró el acto.

Os adjunto la noticia (traducida al castellano) publicada en la revista digital del municipio, Revista Cambrils, así como el enlace

"La aventura de viajar" describe los paisajes y vivencias en Camboya y Vietnam
Texto y fotografía: Josep Maria Ferrando

"Lluís Bono y Núria Borràs mostraron, ayer por la noche, su viaje a través de Camboya y Vietnam.

Un viaje fascinante a Camboya y Vietnam a través del Mekong fue el título de la charla-coloquio que tuvo lugar ayer por la noche en el Centre Cultural i Ocupacional, dentro del ciclo "La aventura de viajar". El título describe de la mejor manera posible el viaje que hicieron Núria Borràs y Lluís Bono a estos países el mes de octubre del año 2005.

Con la proyección de unas fotografías de mucha calidad y la música idónea, esta pareja viajera supieron contagiar su pasión por los viajes al público que llenaba buena parte de la sala.

Los viajeros describieron los paisajes y vivencias de su estancia en Camboya y Vietnam. Comenzaron visitando los templos de Angkor de la selva comboyana, la capital del país, Phnom Penh, después pasaron a Vietnam, haciendo el recorrido por el delta del Mekong y desplazándose hacia el norte del país, visitando ciudades como Hanoi, disfrutando de unos días de trekking por las montañas y finalizando en Halong Bay, donde hay más de 1.600 islas.

Núria y Lluís supieron transmitir al numeroso público asistente una mirada muy cuidada que va mucho más allá del viaje turístico, hablando del tipo de comida, de la amabilidad de la gente, de sus costumbres, de la variedad de étnias y de muchos otros pequeños detalles que hicieron revivir su viaje".


De Kashgar a Xi'an por la Ruta de la Seda

"El despertar de la Gran China". Así se titula el último número de la revista Dviag, una revista digital dirigida al viajero independiente que ofrece propuestas de viaje alternativas muy interesantes. Los relatos están escritos por los mismos viajeros, como tú y como yo, y en este número he podido colaborar con un relato sobre la Ruta de la Seda: "De Kashgar a Xi'an".

Podéis leerlo on-line o descargaros el PDF de esta revista, para leer otros artículos que seguro os van a gustar, así como otras revistas dedicadas a Perú, Brasil, Tailandia... También se ofrecen destinos, lugares a visitar, consejos viajeros,... y hasta podéis participar en el foro . Todo esto en el portal Viamedius.com.

Os adelanto unas líneas del texto "De Kashgar a Xi'an"...

"China es superlativa. Con un territorio de más de 9,5 millones de kilómetros cuadrados, 14 países vecinos, unas 50 minorías étnicas y más de 1.330 millones de bocas que alimentar, China crece en cifras a una velocidad de vértigo. Ahora que está de moda y que las aerolineas ofertan precios interesantes -un billete a Beijing puede salir por 540 euros- ¡Nos vamos a China!


Decidir qué parte del país visitar, ante un mapa casero compuesto por tres fotocopias Din A-3 pegadas con celo, no fue tan fácil: desde las frías estepas de la Baja Mongolia hasta la subtropical y exótica Yunnán, pasando por el modernizado este, con la Gran Muralla y un Beijing Olímpico, la popular Yangshuo, las megalópolis futuristas de Shanghai y Hong Kong, la siempre ansiada altiplanície del Tíbet..." seguir leyendo.



Fotografía: Fin del Ramadán en la mesquita Id Kah, Kashgar.

Ladakh, un mes en el paraíso


"Cuando los vaivenes de un viaje te dejan en un lugar de paisajes fascinantes, sin ruidos ni contaminación, donde sus gentes sonríen al verte y una paz espiritual se respira en el aire, ¿qué puedes hacer, más que abandonar tu planificada ruta y dejarte llevar? Esto es lo que hicimos en Ladakh. Escondido entre los pliegues del Himalaya, sus paisajes son muros de piedra con oraciones grabadas, monasterios budistas que se encaraman por las colinas, banderas de oración bailando al viento..."

Con estas palabras comienza mi relato "Ladakh, un mes en el paraíso", publicado en el número de abril de la revista digital de Fronteras de Papel. Espero que os guste.

La revista Fronteras de Papel es una interesante iniciativa llevada a cabo por Mercè Criado y Joan Biosca, que nos descubren el mundo a través de historias, relatos y fotografías de una gran belleza. Visitadla, pues seguro que os encantará.


Fotografía: Novicio en Thiksey, Ladakh (Índia), de Lluís Bono.

Por la Ruta de la Seda. Kashgar. Oasis de historia

El viajero actual que llega a Kashgar después de cruzar los colosales Pamires a través del Irkeshtam o del Torugart, ya sabe que no verá la silueta de ningún caravasar esperando para darle reposo. Sabe también que no tropezará con ninguna procesión de camellos bactrianos cargados de valiosa mercancía. Tiene la certeza de que no se topará con mercaderes sogdianos, ni chinos, ni turguises ni tibetanos. Pero sueña con ello.

El viajero actual que llega a Kashgar siguiendo los pasos de la Ruta de la Seda lo hace cargado de ilusión, a pesar de que Collin Thubron recuerde su viaje como “la sombra” de la Ruta de la Seda, o que Marc Morte lo describa como “sueños perdidos”. El viajero de hoy en día alberga esperanzas de encontrar algún vestigio del rico pasado mercader de la ciudad. Lleva demasiado tiempo fantaseando con evocadoras ciudades-oasis, con historias de poderosos imperios, con leyendas de ricos emperadores, de bravos guerreros, de peregrinos, de princesas…

Cuando el viajero sediento de culturas antiguas deja caer sus huesos en Kashgar, desfallece ante las grandes avenidas de cuatro carriles que dividen la ciudad, ante los enormes edificios en plena construcción, ante las luces de neón que rotulan los comercios chinos. Pero no se rinde, pues sabe que aquello con lo que lleva tantos meses, tantos kilómetros soñando, aguarda detrás de los bloques de hormigón como un deslumbrante tesoro que espera ser encontrado.

Y es entonces cuando el viajero consigue un plano y se situa. Esquiva un taxi amarillo, cruza la ajetreada avenida Seman Lu... y allí está: un pedacito de historia atrapada en una botella de cristal. Casas de ladrillo de arcilla, plantas bajas y geranios, estrechas callejuelas que huelen a especias, mujeres con pañuelo, viejos que charlan, niños y canicas, asnos y carretas, kebabs de cordero, el crujir de una sandía bajo el filo de la navaja… la vida, en fin.


Para saber más:
Mesenlla Travel
Amu Daria
La Ruta de la Seda

Fotografías: calles de Kashgar, Xinjiang (China)

Por la Ruta de los Himalayas. Viejo Rumtek


Dos kilómetros más allá de la entrada del monasterio de Rumtek, montaña arriba, se encuentra el monasterio de Rumtek. El viejo.


Tan sólo dos kilómetros y ni rastro de los militares: Se han quedado vigilando las entradas, no sea que llegue el Karmapa y tome posesión de su puesto. (véase la entrada sobre el monasterio de Rumtek Nuevo).


Ni rastro tampoco de los turistas: Se marcharon con prisas para cumplir con el calendario de visitas. Error. No verán uno de los monasterios más apacibles de Sikkim.


Asentado sobre la pendiente de la montaña y de cara al valle, la vista se alarga por el camino que serpentea hasta el monasterio blanco. Decenas de banderas de oración verticales marcan el paso. Un monje joven cuelga la ropa color azafrán acabada de lavar. El monasterio reposa junto a un patio verde y callado. Es sólido, cuadrado, sin terrazas. Unos monjes ponen a secar arroz, a cobijo de las paredes del monasterio. Oigo cantar a los pájaros. Huelo las hojas de ciprés que queman. En una sala sin puertas, el monje-profesor escribe la lección en la pizarra. Dibuja bonitas curbas del alfabeto tibetano.

Dentro de la sala de oraciones reina la misma calma. Una chica occidental practica medicación. Viste un sari rojizo y un pañuelo naranja que le sujeta los largos cabellos. Dos niños-monje limpian el altar. Escoban, quitan el polvo, tiran las flores marchitas... El más grande estira la túnica del otro y nos señala. Éste viene hacia nosotros. Namasté. Nos ofrece unas galletas envueltas en plástico.

- No, gracias –le digo-. Son para Buda.

- No, son para vosotros. Buda ya ha comido.


Fotografía: Monasterio Viejo de Rumtek, Gangtok, Sikkim (India).


"Dieta rigurosa en el Himalaya"

Os presento mi segundo texto publicado en una revista de viajes. Espero que os guste.

Revista Altaïr núm. 57

Enero de 2009